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Viajar más ligeros

Aug 25, 2021

Adherir todo lo que aprendiste para que sueltes lo que ya no quieres seguir acumulando, es un ejercicio que todos debemos hacer.

 

Desde niños nos enseñaron a querer y a buscar más de todo…

La vida se trataba de tener más, de buscar más, de querer más.

Todo se hacía “obsoleto y viejo” cada vez más rápido. Y así, la vida se trataba de acumular, cambiar, sustituir y tener más y más…¡Más de todo!

Y de pronto, llegó la pandemia y nos sorprendió como un alto en el camino, un freno que no esperábamos ni vimos venir.

Y la carrera interminable por acumular y sustituir se paró abruptamente.

De un día para otro se redujo nuestro espacio en el que habitamos, se redujo el número de personas con las que interactuamos, y la cantidad de pendientes que teníamos que hacer en un día era menor al que estábamos acostumbrados.

En un principio imaginábamos que sería un simple freno temporal, como una especie de “vacación en casa” (¿acaso un sabático de unas cuantas semanas?), y pronto todo regresaría a la normalidad.

Pero las “pocas semanas” transcurrían y se convirtieron en más de un año, sinnúmero de proyectos dejaron de hacerse y las familias se cansaron de la excesiva convivencia en medio del encierro en casa, muchas parejas descubrieron lo vulnerables que son y lo complejo que les resultaba seguir juntas. Otras, sin embargo, se reinventaron y se redescubrieron.

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Imagen: Brian Rea.

Teníamos menos de todo: menos espacio para movernos, menos compromisos por día, menos ingresos, menos gastos, menos diversión y contacto con personas distintas, menos traslados, pero también menos prisas… Menos tráfico y con ello menos contaminación; menos privacidad y menos espacios propios, menos distractores, menos alternativas, menos lujos, menos formalidades.

De pronto dejé de usar vestidos, tacones y ropa de vestir.

Tres cuartas partes de mi clóset quedaron olvidados, veía como se empolvaban las prendas, los ganchos y simplemente no necesitaba más que “dos o tres mallones” y unas cuantas blusitas lindas para estar frente mis sesiones terapéuticas y compromisos por Zoom.

Dos o tres pantalones, unas playeras y unos tenis empezaron a ser suficientes para recorrer la casa, con las mismas personas de siempre, para hacer lo mismo de todos los días.

Las cosas acumuladas por años empezaron a estorbar. Los espacios de la casa, que antes eran sólo lugares de paso, se convertían en espacios vitales, lugares para estar y pasar muchas horas, y no sólo esquinas que adornan y embellecen.

Habitar empezó a ser más importante que acumular.

Vivir empezó a ser más importante que sustituir y renovar.

Existir y ser resiliente frente a esta sorpresiva pandemia y su consecuente encierro empezó a ser más importante que presumir y enseñar. La vida se hizo más lenta, más monótona, más repetitiva.

Muchas personas que parecían cercanas e imprescindibles en nuestra vida simplemente dejaron de existir. Decenas de cosas que parecían esenciales en el día a día, quedaron guardadas en un cajón.

Mi computadora, un celular, una pluma, una libreta, unos cuántos libros, unos plumones y un pizarrón se convirtieron en las cosas que realmente necesito para trabajar en mi día a día.

Cuidarnos y estar sanos, apostando y eligiendo cada quien sus “riesgos de salida” era de lo único que se conversaba, ¿a dónde voy?, ¿a quién elijo ver?, ¿estaré haciendo lo correcto? Y aprendimos que estas elecciones eran tan personales e individuales que la crítica ajena caía en un vacío existencial.

Y de pronto, vivir con menos generó el espacio que necesitábamos para vivir con más. Vivir con menos personas nos permitió gozar más a las que sí tenemos. Vivir con menos espacio nos obligó a mirarnos más a nosotros mismos

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Imagen: Grace H. Kim.

Vivir con menos cosas generó lugar para crecer y cuestionarnos si todo lo que tenemos eran tan necesario; vivir con menos prisa nos generó más tiempo para sentir; vivir con menos distractores nos obligó a poner atención; vivir con menos formalidades nos orilló a entender las prioridades.

Tal vez aún no estemos listos para agradecerle a la vida este momento, pero sí para que cada uno de nosotros le encuentre un sentido en su propia vida, para salir más fortalecidos de la adversidad, dueños de mayores recursos y con elecciones más sabias.

En mi propio caso, aprendí a moverme más despacio, más tranquila, más pausada, eligiendo a dónde ir y con quién, y sobre todo, qué adherir y qué soltar de mi propia vida.

Adherir todo lo que aprendiste para que sueltes lo que ya no quieres seguir acumulando, es un ejercicio que todos debemos hacer. Suelta tus creencias obsoletas, tus emociones tóxicas, a la gente que ya no te aporta, deja de salir corriendo a lugares innecesarios, y haciendo más y más.

Haz una limpieza de tu casa, de tu morada, de tu mente, de tus pensamientos y replantea tus sueños y pasiones. Las crisis son oportunidades de cambio, son momentos que nos vuelven a “repartir las cartas de nuestra vida”, pero tú y sólo tú, elijes tu jugada.

Así que pregúntate: ¿Será que esta pandemia nos enseñó que vivir con menos nos permite vivir con más?

Y si tu respuesta es sí, ¡pues a viajar más ligeros!